Proponemos este tema por la resistencia a la que se enfrenta la movilidad sostenible por aquí desde que el Gobierno de España la ha querido impulsar, al tiempo que a la sostenibilidad se le ha ido culpando, junto con otros paganos, de casi todo. Tanto es así que un asociado -Roderic-, aficionado a moverse por este entorno sin contaminarlo ni con humo ni con ruido, no gana para sustos, y no solo por los típicos incondicionales del motor con sus pitidos, volantazos e improperios por la ventanilla.
Así, la otra semana dos hombres con coche de la Guardia Civil le pararon por el hecho de volver de la compra andando. Uno de ellos le reprochó haberles mirado desde la acera. No comprendió su error, porque si subes andando por el paseo Miguel Menéndez Boneta y sale de la travesía San Pascual un coche de la autoridad y no hay que mirar, puedes chocar con el poste telefónico. Esto lo quiso explicar con un gesto pero el agente le reprochó “hacer aspavientos”. Le reprochó ir a la compra indocumentado. Le reprochó llevar “gorro ruso”. Así era, pero si no vas en coche, te da el sol, y en todo caso, ¿es para tanto? Le reprochó “dar respuestas esquivas” y “estar nervioso”. Así era, pero si todo lo que decimos lo pisa mosqueado un uniformado, es para estarlo. Le dijo que se preocupaba por su seguridad, para acto seguido reprocharle sonreír incrédulo. Le reprochó “realizar una escalada”. El asociado dijo que él veía una escalada de intimidación, y preguntó si no tenían nada más que hacer. Entonces, con la mano donde suelen llevar el arma -“Mire donde tengo las manos”, dijo-, el agente le espetó: “¿Usted tiene algún problema con la Guardia Civil?” El asociado quiso ser positivo: “Yo he conocido a agentes que son personas muy dignas.” A lo que le replicó el guardia, “¿Usted me está llamando indigno?”
Esto aún podrá suponer una multa, ya que por la ley mordaza se multa sin previo aviso y hasta meses después de los hechos, de modo que cuando llega la denuncia cuesta creer que va en serio. Lo que quedó claro, como aparcaron con el motor en marcha, humeando los alrededores, fue que no conocían o no compartían el Plan nacional a favor de la calidad del aire.

Lo pasó mal otra vez en la calle Río Sil, tras atreverse a salir de casa en bici (de movilidad, sin marchas). En la isleta, dos agentes estaban de pie junto a un todoterreno aparcado con el motor en marcha, de los que suenan como un gruñido de dóberman y emiten unas partículas que se ve que se cuelan tanto por los catalizadores de los motores como por los alvéolos de los pulmones. Nervioso, desde Río Sil quiso circular, sonriendo y conteniendo la respiración, contra el viento. Esto le supuso una multa por ir sin casco deportivo -por “crear peligro”-, y otra por la ley mordaza (aún recurrida) por comprobar la componente del viento y decir, entre sus gritos, al ser obligado a ponerse frente al tubo de escape del todoterreno, que el gas que emitía era cancerígeno. Esto para ellos fue “desconsideración”. Multas por más motivos de seguridad ciudadana quedaron sin formalizar. Todo esto, a tiro de piedra de donde murió intoxicado por el gas de su coche Ataúlfo Argenta, lo ha avalado Tráfico, validando así un castigo a quien piensa distinto como los de antes, ya que la contaminación del aire por la quema de combustibles fósiles provoca una de cada cinco muertes.
Parte del problema es que el relato populista sobre el medio ambiente se toma al pie de la letra. Cuando la presidenta Ayuso, por ejemplo, que tonta no puede ser, dice que “nadie ha muerto” por la contaminación del aire, o que el clima se calienta porque “siempre (...) ha habido ciclos”, igual va con ironía. Pero este relato se está aplicando en serio. Sí, además, el presidente Sánchez dice que “la bici no es un símbolo progre”, la polarización está servida.
El populismo también despierta pulsiones hacia quien nos parece diferente, lo que para al asociado, reincidiendo en esta movilidad tan apacible, le ha supuesto además una agresión a puñetazo limpio, ya fuera del municipio. De modo que ahora que el Gobierno ha querido impulsar la movilidad sostenible y, además, activa, moverse tanto a pie como en bici en o entre los pueblos de esta sierra se ha vuelto problemático.
Haría falta, pues, que el Gobierno hiciera valer su política. El Ministerio de Transportes podría pedir que su reciente Real Decreto de movilidad sostenible y activa tenga efecto. Además, ya decía la Constitución que “Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado (...) así como el deber de conservarlo”. ¿Tomar este deber de forma un poco literal merece sanción? Esta movilidad virtuosa, aunque se parezca al deporte, va precisamente de conservar el medio ambiente.
Al ministro Marlaska le pedimos una reflexión. Si al dar las cifras de siniestralidad responsabiliza, a pesar de las evidencias, al ciclista de la violencia vial que sufre -y es cierto que los ciclistas o peatones más impetuosos o menos visibles pueden causar riesgo-, no parece ser contrario a la sostenibilidad. Parece un hombre íntegro. Le rogamos, pues, disponga que haya más tolerancia con la movilidad limpia y pacífica, y, de paso, menos con la sucia y violenta, como las motos estruendosas que aquejan a este pueblo, causando miedo, insomnio, distracción, inaudibilidad de otros vehículos y, por tanto, siniestros. Hacerles frente -aplicar la legalidad- toparía con el ideario que ve en una moto de cien decibelios una expresión de libertad, pero serían muchos los agradecidos. Eso sí, cuesta más abordar una máquina que retumba como un avión, a veces echando carreras, que meterse con un vecino que se desplaza apaciblemente.
Además, el ministro podría electrificar el parque móvil de las fuerzas y cuerpos, fomentando así tanto la salud como la seguridad, ya que lo que se gasta en carburantes crea dependencias y alimenta conflictos. Como los agentes conducen mucho y suelen aparcar al ralentí, el ahorro de combustible y CO2 sería apreciable.
Y los parlamentarios demócratas deberían ver que mantener una norma que el Consejo de Europa insta a reformar “por su potencial represivo” lo deja todo listo para cuando tenga mando en plaza algún partido ultra. Con la ley mordaza, los denunciantes prevalecen siempre, ya que para ellos no hay coste mientras que el denunciado como poco debe dedicar horas a defenderse (ante otros policías), sin hablar de lo que supone esto de violencia psicológica. Protestar por lo que se está haciendo en Gaza está bien, pero ¿cómo conciliar eso con mantener una norma que penaliza la protesta?
En cuanto a la Benemérita, la respetamos, pero creemos que en ella se podría cultivar una tolerancia de idearios diversos, como por ejemplo el ecologismo: la creencia de que conviene vivir en paz con el entorno y sus habitantes, contaminando lo justo. Esto también es “por la patria”, ya que nuestra patria a fin de cuentas es la biosfera. Se podría ampliar el espectro de lo que consideran normativo, desde su movilidad hasta la de otros. Un ejemplo interno sería el del SEPRONA. Otro ejemplo sería el plan de formación ambiental francés para 5,6 millones de funcionarios.
Dice Unamuno que “El que en un país de mendigos no mendiga (...) parece como que quiere afrentar a los otros”. Sí, pero el que no contamina no quiere afrentar a nadie. Al igual que se hace en los coles, pues, se podría fomentar una cultura también policial en la que se pueda entender la diversidad como normal. Esto generaría convivencia.
Roderic (responsable del post)