Nos parece bien. Creemos, de acuerdo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que lo más constructivo para mejorar nuestro atractivo turístico será recortar el espacio público dedicado al coche, para devolverlo a la vida callejera. Quienes vienen a esparcirse en la sierra suelen hacerlo huyendo de la contaminación, así que habría que ofrecerles otra cosa. Así, enlosar las calles cerca de la iglesia sin duda las hermosea, pero poco se consigue si el espacio primorosamente pavimentado se vuelve a entregar al mundo del motor. Lo suyo sería atrevernos a irlas peatonalizando. O al menos crear un Los Molinos Central, vedado a vehículos sin permiso. Además, muchos deportistas que vienen a pasear por la sierra en bici lo harían encantados también por los pueblos serranos en caso de tener vías donde desenvolverse en paz.
Por otra parte, aplaudimos la mejora de rebajes de acera en el reciente asfaltado de calles, facilitando el paso de personas discapacitadas según recomendaba la plataforma de turismo accesible Predif. Aquí también se trata no de un retorno a un estado primitivo sino de abogar por un progreso sostenible.
Otro yacimiento turístico poco trabajado es el de aves, demandado desde el norte de Europa y muy propio de una Reserva de la Biosfera (aunque sí se ha aumentado la facturación por el turismo de observación de aves por británicos). Según la CM, la región tiene “gran potencial como destino ornitológico”. Para realizarlo, habría que volver a permitir que los ganaderos abandonen reses muertas en el monte para que las aves necrófagas no molesten a terneros y se pueda convivir pacíficamente con esta fauna tan espectacular. Además, esta especie de turistas aprecia al lobo, que ha vuelto a nuestro valle.
También destacar el buen comer y el patrimonio molineros, a cuya valoración estamos contribuyendo con un repertorio de fuentes. En fin, acogemos este proyecto de libro blanco con interés.
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