Nuestro llorado amigo Fred, que falleció la semana pasada, llegó a Los Molinos con su mujer Patricia en 1965 después de etapas laborales en Inglaterra, donde había estudiado historia en Oxford, y en Brasil, donde había conocido a Patricia. Se alojaron en Villa Magdalena, entre la Cañada Real y el río, hasta trasladarse al Chaparral. Ahí este hombre de temperamento habitualmente dulce plantó cara a los especuladores que han querido cargarse el Chaparral con cientos de chalets, y sufrió amenazas y agresiones de los que intimidaban a los usuarios del camino de Los Molinos a Navacerrada o incendiaban las zonas arboladas del Chaparral para acto seguido tomarla con él. Gracias a Fred, su mujer y Ecologistas en Acción, el Chaparral se salvó.
Fue socio fundador y más tarde honorario de Entorno Los Molinos. Quería que se conservara el patrimonio natural e histórico como una riqueza que distingue a nuestro pueblo de otros más afectados por la especulación urbanística. Esta y otras riquezas siempre las quiso compartir, aquí y en Chile donde la pareja también vivía durante temporadas, sobre todo con la gente humilde.
Viajó mucho colaborando con el Banco Mundial en proyectos de desarrollo. Más tarde defendió el entorno en su trabajo como consultor al proyectar y conseguir fondos para iniciativas de agricultura ecológica a caballo entre Extremadura y el Alentejo, o una cooperativa de cultivo y venta de plantas en Trás-os-Montes, donde había vivido de niño. De paso, en los ríos entre España y Portugal, le gustaba darse chapuzones, sumergiéndose así en el paisaje. Amaba la belleza de los entornos agrestes al igual que la del arte y de la música, ya fuese una canción de José Afonso o una sonata de Schubert.
Como la justicia social se logra asociándose, participó en distintas formaciones políticas serranas y también en Amnistía Internacional. Pero unos principios que le salían del alma, un desinterés por medrar y cierta falta de paciencia le enfrentarían con sus aparatos. Le iba más el ambiente del movimiento "indignado". Más ampliamente le gustaba compartir un espíritu de comunidad.
Una vez jubilado se volcó en la búsqueda de verdad y justicia por el martirio de su cuñado, el padre Miguel Woodward, en el Chile de Pinochet. También en Chile sufrió agresiones al pedir cuentas a los que ordenaron o consintieron torturas a los valientes que les molestaban a los golpistas. Allí luchó con una terquedad compartida por Patricia y antes por Miguel. Con el carácter que sacaba y su gran estatura, en manifestaciones contra las mafias políticas y militares él valía por diez. Así, atraía la ira de los los agentes autoritarios. A él le atraía la gente sencilla de los empinados cerros de Valparaíso.
Como relató en esta Memoria, se trataba de rescatar una verdad sanadora y de combatir la impunidad de los que ordenaron las torturas. Esto además de ser de justicia es una forma de combatir la tortura en general. Se trataba también de buscar los restos de Miguel, ya que la armada chilena no ha tenido a bien decir dónde los dejó. Lidiaba con las “malas pasadas” de unos jueces afines a los altos mandos o que no tenían interés en impartir justicia, y pedía que se estableciera la “desobediencia legítima” para que un militar raso pudiera decir no ante la orden de apalear o dar corriente a un opositor. Y pedía una reflexión a una Iglesia más cercana a los verdugos que a sus víctimas, con la que hasta cierto punto pudo reconciliarse. Su disposición a perdonar a los clérigos pinochetistas que luego supieron rectificar y su preocupación por los fallos de la justicia chilena que pudiesen afectar las garantías procesales de los verdugos de Miguel dan la medida del hombre. En todo caso, con su ejemplo estas luchas siguen.
Otra vez en Los Molinos la instalación de una valla en la estación, cortando el camino hacia las casas del Chaparral y aislando así a su mujer (que no conduce) le causó tal indignación que terminó de trastornarle. Más tarde el alcalde abrió un paso peatonal, pero Adif la desmanteló. Y la chapuza de reparación será apta como paso para senderistas pero para nuestros mayores es una trampa. Ahí se cayó Fred hace unos seis meses y entonces su salud ya mermada se fue deteriorando, hasta que el 4 de octubre una pulmonía acabó con la vida de este espíritu valiente que no callaba, por más que silencio avisaran o miedo amenazaran.
Querido Fred: descansa en paz. Querida Pat: recibe nuestro afecto; nos unimos a ti.
3 comentarios:
¡Gracias, Fred!
Emocionado por la lectura de este testimonio, me uno a los reconocimientos de Fred y de Patricia tambien pues siempre caminaban al unisono.
Yo lo conocí en Chile, en la calle, en los tribunales y en el cerro Los Placeres de Valparaiso. un hombre amable, cariñoso, pero ante todo firme como un roble, ante la injusticia, no le paraba nadie, con gestos tales como lanzarse al mar para llegar al buque Esmeralda, centro de dolor y tortura.
Afortunada idea y regalo para Chile, el memorial del Cementerio de Playa Ancha, donde cada año y cada vez que pasamos cerca, siempre el recuerdo de este hombre, de los que B. Brech indica como los imprescincibles y el Evangelio te aplica aquello de "Bienaventurados los y las que tienen hambre y sed de Justicia porque ellos seran saciados". en el despertar de Chile, hay mucho de la simiente que tu y Patricia sembraron. Gracias infinitas. jose Frias. Comite O. Romero - Sicsal Chile.
Como Antigua colega de Fred cuando trabajábamos en la misma empresa consultora, aprendí a través de estas páginas de su triste fallecimiento. Era un hombre fuera de común, con un espíritu generoso y profesional. Como yo, joven ingeniero, siempre me apoyaba en mis primeros pasos, yo con poca experiencia de ese mundo y con un conocimiento del castellano bastante limitado. Años después he podido visitar a Fred y Pat en Los Molinos. Me recibieron calurosamente y pudimos pasar un buen rato recordando las cosas del pasado. Mis sinceras recuerdos a Pat de Bernard, ahora afincado en Cataluña cerca de la familia de mi hija en Barcelona.
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