Fue socio fundador y más tarde honorario de Entorno Los Molinos. Quería que se conservara el patrimonio natural e histórico como una riqueza que distingue a nuestro pueblo de otros más afectados por la especulación. Esta y otras riquezas siempre las quiso compartir, aquí y en Chile donde la pareja también vivía, sobre todo con la gente humilde.
Viajó mucho colaborando con el Banco Mundial en proyectos de desarrollo. Más tarde defendió el entorno en su trabajo como consultor al proyectar y conseguir fondos para iniciativas de agricultura ecológica a caballo entre Extremadura y el Alentejo, o una cooperativa de cultivo y venta de plantas en Trás-os-Montes, donde había vivido de niño. De paso, en los ríos entre España y Portugal, le gustaba darse chapuzones, sumergiéndose así en el paisaje. Amaba la belleza de los entornos agrestes al igual que la del arte y de la música, ya fuese una canción de José Afonso o una sonata de Schubert.
Como la justicia social se logra asociándose, participó en distintas formaciones políticas serranas y en Amnistía Internacional. Pero unos principios que le salían del alma, un desinterés por medrar y cierta falta de paciencia le enfrentarían con sus aparatos. Le iba más el ambiente del movimiento indignado. Más ampliamente le gustaba compartir un espíritu de comunidad.
Una vez jubilado se volcó en la búsqueda de verdad y justicia por el martirio de su cuñado, el padre Miguel Woodward, en el Chile de Pinochet. También en Chile sufrió agresiones al pedir cuentas a los que ordenaron o consintieron torturas a los valientes que molestaban a los golpistas. Allí luchó con una terquedad compartida por Patricia y antes por Miguel. Con el carácter que sacaba y su gran estatura, en manifestaciones contra las mafias políticas y militares él valía por diez. Así atraía la ira de los los agentes más autoritarios. A él le atraía la gente sencilla de los empinados cerros de Valparaíso.
Como relató en esta Memoria, se trataba de rescatar una verdad sanadora y de combatir la impunidad de los torturadores en jefe. Esto además de ser de justicia es una forma de combatir la tortura en general. Se trataba también de buscar los restos de Miguel, ya que la armada chilena no ha tenido a bien decir dónde los dejó. Lidiaba con las “malas pasadas” de unos jueces afines a los altos mandos o que no tenían interés en impartir justicia y pedía que se estableciera la “desobediencia legítima” para que un militar raso pudiera decir que no ante la orden de apalear o dar corriente a un opositor. Y pedía una reflexión a una Iglesia más cercana a los verdugos que a sus víctimas, con la que hasta cierto punto pudo reconciliarse. En todo caso con su ejemplo estas luchas siguen.

Querido Fred: descansa en paz. Querida Pat: recibe nuestro afecto; nos unimos a ti.
1 comentario:
¡Gracias, Fred!
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